miércoles, 25 de febrero de 2015

Yo también quise ser una Greaser y que Ponyboy se enamorara de mí



Llévame a ver una puesta de sol Ponyboy...
 No me dejes crecer. Es una trampa. Como un cepo para osos rodeado de algodón de azúcar. No importa que seas un greaser o un socs. Hay horcas a medida para todo tipo de cuellos. Sí, Pony. Lo siento. Yo ya dejé de ser dorada. Comencé mentir. A fallar. A dejar de oler las piedras. Todo lo que era verdadero se ha desprendido de mí. Incluso la literatura. No escribo bonito. No sé. Tampoco sé estarlo después de un orgasmo. Me cuesta espantar los gusanos de las heridas. Y dejar de sentirlo todo como la huida de mil ratas por mis tripas. Ser laceración constante. Eso lo sé de cojones. Mala ostia. Para variar. Las grietas donde se acumula demasiada vida. Escribir no cura. Enferma. Pero quizás se haya convertido en mi forma de desobediencia civil. Mi pequeña revolución diaria. La jodida chica asíndeton. Hiroshima, Nagasaki. Y tintes para el pelo. 
Joder Pony. Llévame a ver una puesta de sol. Bésame. Aunque tenga los dientes mellados. Permanezcamos dorados chico. Permanezcamos dorados.